Recomendaciones para elegir un libro

No es extraño para un lector compulsivo escuchar pedidos del tipo «ey, vos que leés un montón, recomendame un buen libro para mí». Es natural suponer que teniendo tanta experticia en el tema le será sumamente fácil recomendar una lectura de calidad. Pero… ¿qué le pasa? ¿Por qué se queda balbuceando uno o dos títulos de la literatura universal conocidos por todos, títulos sobre los que no hace falta casi decir nada? ¿Qué le pasa que sus labios tiemblan y sus ojos dan vueltas y vueltas? ¿Es impericia? ¿Falta de voluntad? ¿Una enfermedad desconocida y fatal? Tanto leer y leer y de repente como un vacío, como una grieta en el piso y un agujero que se lo traga; tanto ha leído y no puede recomendar un libro bueno cualquiera…

Sucede que no se trata de poder distinguir un libro «bueno» de otro «malo», al contrario de lo que se supone generalmente. Para un lector voraz no hay una «buena» o «mala» lectura, sino lo que él o ella considera bueno y malo que es muy distinto y que depende de una multiplicidad de factores (del tipo el momento que uno atraviesa, lecturas previas, consonancia emocional con cierto tema o incluso cierto tono, conocimiento previo de un género, etc.) que no vamos a analizar aquí, pero que le son determinantes a la hora de juzgar un libro. Sólo baste decir que para un lector experimentado encontrarse con una lectura de calidad implica pasar por una gran cantidad de lecturas que distan por mucho de ser buenas. Digamos que es como buscar un trébol de cuatro hojas en un campo de miles de hectáreas. Es una tarea penosa porque la inmensa mayoría de los libros son tréboles de tres hojas (o de dos o una, sino simplemente yuyos).  Pero para poder encontrarse con uno de cuatro, momento fascinante e inefable por el cual el lector experto respira y existe, no queda otra que pasar por todos esos pasos previos. Y cuando lo halla, la experiencia es increíblemente fugaz: el trébol de cuatro hojas se seca a la velocidad en la que el lector devora el libro y la búsqueda recomienza de inmediato. Por eso, en realidad, es que lee y lee y lee, y por eso que al momento de recomendar un libro duda y piensa hasta el hartazgo. Sin embargo, sólo hay que esperar. Quizá minutos, u horas, tal vez semanas. Cuanto más nos conozca, más fácil le resultara. Pero si el solicitado se toma con responsabilidad el pedido, tarde o temprano, hallará el libro justo para nosotros. Dicho todo lo anterior, que pretende no ser una excusa, sino una posible explicación, permítanme decir esto: creo, sin duda alguna, que las mejores lecturas se dan a través de las recomendaciones de otros lectores.

1- Por eso, la opción uno para elegir un buen libro es pedir recomendaciones. Sobre todo a amigos/as expertos en el tema. No desestimar la opinión y comentarios de bibliotecarios y/o vendedores, pero tampoco hacerles demasiado caso.

El tema es que no siempre deberíamos darnos el lujo de esperar, porque a fin de cuentas de lo que se trata es de ir adquiriendo experiencia para lograr nuestra propia y personal experticia.  Entonces, he aquí otros consejos para elegir un libro.

2- Investigar al autor/a que nos haya gustado en el pasado y su contexto. ¿Qué otros títulos tiene? ¿Qué libros recomendaba? ¿Cuáles eran/son sus contemporáneos?

3- Si tenemos definido un género en especial que disfrutemos, buscar otros autores que trabajen con el mismo. Investigar la historia del género. ¿Cuál es su origen? ¿Cómo evolucionó o sigue evolucionando?

4- Hacer una lista con los libros sobre los que hayamos leído o escuchado y que nos interesaron.

5- Leer reseñas y comentarios de los libros seleccionados para hacernos una idea más clara al respecto y de ese modo ir limpiando la lista.

6- No abusar del punto anterior.

7- Darse tiempo. Requisito indispensable para una buena elección: ir con tiempo a la librería o la biblioteca.

8- Equilibrar lecturas de libros contemporáneos con libros de décadas anteriores, mechando de vez en cuando algún clásico.

9- Prueba y error. No hay otra, si es que queremos formar nuestro propio criterio de lectura. Pero la constancia dará sus frutos: insistir hasta encontrar nuestros tréboles de cuatro hojas.

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